Para o Dr. Amadeu Gonçalves, que me dedicou os dois últimos blogues - dopresente -
(clicar aqui)  com um apertado abraço de gratidão!


Quando ontem separava recortes dos jornais referentes ao falecimento de meu Avô Bernardino e do seu enterro para Famalicão, reparei na notícia impressa no semanário  "Vida Mundial Ilustrada", do dia 4 de Maio de 1944, com quatro fotografias tiradas nos seus últimos aniversários, depois do regresso do exílio em 1940. É interessante  a primeira fotografia em que Bernardino Machado conversa animadamente com o pároco da freguesia de Formariz, na Casa de Mantelães (Paredes de Coura).
Recordo outra fotografia, tirada nesse mesmo dia de aniversário, que se encontra no Museu Bernardino Machado,  e transcrevo o excerto da conferência que Bernardino Machado proferiu no Ateneu Comercial de Braga, em 8.3.1902, e que intitulou - "A LIBERDADE E A IGREJA".

Mantelães - Paredes de Coura - 28 de Março de 1941

A LIBERDADE E A IGREJA

29 de Abril de 1944

 data do falecimento de Bernardino Machado

 













Jazigo da Família de Bernardino Machado, em Famalicão


No dia 29 de Abril de 1944, os jornais da tarde de Lisboa (República, Diário de Lisboa e Diário Popular), davam a notícia do falecimento, no Porto,  de Bernardino Machado

No dia 21 de Abril, pelas 16h00, no Museu Bernardino Machado, em Vila Nova de Famalicão, apresentou-se o III Volume-Tomo II Política da Obra de Bernardino Machado, com a presença do Vereador da Cultura e Vice-Presidente da Câmara Municipal, Dr. Paulo Cunha. Afirmando a responsabilidade da Câmara Municipal na divulgação do pensamento multifacetado de Bernardino Machado, é através do Museu Bernardino Machado que traz para o público, para o exterior, o pensamento de Bernardino Machado, e que, desde 2007, o seu pensamento tem sido divulgado através da ciência, a pedagogia e a política.

Realçou o Vereador da Cultura que na imprensa da época Bernardino Machado era chamado de “apóstolo da democracia” e o “eminente pedagogo”, e entre o monárquico liberal e o republicano, salientou Paulo Cunha que para Bernardino Machado a revolução deveria fazer-se não pelas armas, mas pela política. Desta forma, com este II Tomo, entre o regicídio e a implantação da República em Portugal, colhe-se as reflexões e os pensamentos de Bernardino Machado, o qual, para além de ser uma referência no concelho de Vila Nova de Famalicão, tem um legado pedagógico e político para as gerações futuras.

Por seu turno, o Professor Doutor Norberto Cunha, coordenador científico do Museu Bernardino Machado e das Obras de Bernardino Machado, apresentou o II Tomo da Obra Política em três aspectos: se, por um lado, reúne os textos de Bernardino Machado publicados em livro, na imprensa periódica e de conferências, por outro lado, abarca as ditaduras administrativas entre Ferreira do Amaral e Teixeira de Sousa. Os temas principais que se destacam são, principalmente, as críticas, no campo económico, de Bernardino Machado, assim como do Partido Republicano, ao engrandecimento do poder real, (cuja temática se reflecte nos dinheiros do erário público dados à Casa Real à revelia da Câmara dos Deputados),e os escândalos financeiros; num segundo momento, que se relaciona com a ideologia republicana, temos a defesa de Bernardino Machado perante a descentralização municipal, na suas próprias palavras “as franquias municipais”; num terceiro momento, surge a questão religiosa, anunciando já a lei da separação, problemática que Bernardino Machado não pretendia atacar a Igreja, mas sim o que pretendia era a separação dos poderes; numa quarta questão temática do II Tomo, surge a questão económica e social, numa conciliação entre o capital e o trabalho, numa base e de sentido de equidade social, acreditando aqui no estado demo-social. Aliás, considerando Bernardino Machado como um homem equilibrado, o Prof. Norberto Cunha salienta que mesmo perante o socialismo, este, para Bernardino Machado, deveria ser compatível com a democracia, e relativamente ao comunismo, Bernardino Machado não aceitava uma igualdade à força. Perante a revolução, o argumento de Bernardino Machado era de que a revolução pode ter boas razões, mas ao certo não sabemos as suas consequências. O ideal seria para Bernardino Machado, para a mudança das instituições, pela atracção, pela persuasão, com a matriz do diálogo para que os republicanos pudessem então realizar a “revolução” sem armas, realizando-se através de eleições transparentes para que se possa votar em liberdade e em consciência. O “empata revoluções”, como então lhe chamavam os seus correligionários, nunca esteve contra a revolução, só que não aceitava uma revolução voluntarista e impreparada.

O Prof. Norberto Cunha termina a apresentação do II Tomo da Obra Política com uma reflexão: abarcando os anos de 1908 a 1910, abarcando as ditaduras administrativas, nas quais não se falava de política, o que surgiram foram os tecnocratas no poder, ditaduras que Bernardino Machado repudiou, apesar da tentativa de apaziguamento de 1908; e hoje, o fenómeno é um pouco idêntico, com os tecnocratas no poder.

Notícia retirada do portal do Museu Bernardino Machado - clicar aqui

Entrevista de José Enrique Rodó a Bernardino Machado - 1916

José Enrique Rodó

Sobre o político uruguaio José Enrique Rodó  ver as referências em: clicar aqui e aqui

PORTUGAL

Una entrevista con Bernardino Machado

En el palacio de Belem, donde en tiempos de la monarquía se alojaba a los huéspedes reales y donde la república tiene establecido su Eliseo, visito al Presidente de Portugal. El sitio es retirado y de hermosas vistas. El palacio, mediana construcción del siglo XVII, está circuido por amenos jardines y custodiado de esa serenidad y ese silencio que, si son ambiente propicio para la musa del poeta, debe pensarse que lo sean también para la Egeria de los hombres políticos, como lo fueron para la de Numa.
Don Bernardino Machado, el jefe actual de esta nación, es hombre de conspicuos antecedentes en el desenvolvimiento de la propaganda republicana y en los primeros esfuerzos por la organización del nuevo régimen. Llegó a la vida política con su reputación de antiguo catedrático de la Universidad de Coimbra, la Salamanca de Portugal. Presidió el directorio republicano en los últimos tiempos de la monarquía; fué el ministro de Negocios extranjeros del gobierno revolucionario, y el primer embajador, en el Brasil, de la recién instituida república. Terminado en Agosto de 1915 el período presidencial del famoso historiador Teófilo Braga, fué elegido Machado para susti- tuirle. Su carácter ecuánime y conciliador ha contribuido grandemente, en sólo diez meses de gobierno, a despejar de tropiezos el camino de las nuevas instituciones. El ilus- tre estadista ha pasado los sesenta años; pero su palabra abundosa y vibrante y la dominadora vivacidad de sus ojos manifiestan que la llama juvenil arde en su espíritu. Tiene, sobre sus condiciones eminentes de inteligencia y de carácter, el atributo sin el cual la autoridad carecerá siempre de uno de sus prestigios esenciales: la distinción personal. Grave sin afectación, llano sin vulgaridad, de una cortesía en que se reconoce al punto la tradición in- confundible de la raza, don Bernardino Machado es el caballero que gobierna.
Tratándose de un americano que le visita, se complace en recordar que la Argentina, el Uruguay y el Brasil fueron las tres primeras naciones que se relacionaron, en Portugal, con el gobierno republicano. Esto me ofrece ocasión para asegurarle que si la revolución de 1910 fué recibida en América con vehementes simpatías, hay un hecho que aún nos parece más digno de admirarse que la implantación de la república, y es la consolidación de la república.
—En efecto,— me dice,— el nuevo régimen puede considerarse, definitiva, absolutamente arraigado, en Portugal. La monarquía ha pasado a la condición de una idea histórica. Atravesamos, en los primeros tiempos de la revolución, el natural período de instabilidad: las fuerzas que el movimiento republicano contenía virtualmente necesitaban diferenciarse, organizarse, ocupar cada una su lugar y asumir la función que le era propia. Esta evolución se ha cumplido, y de ella ha resultado el orden. Tres grandes agrupaciones ocupan hoy el escenario político de las cuales dos colaboran en la obra del gobierno: el partido evolucionista, que es como la derecha de la república, y el partido radical-democrático.
Con pinceladas llenas de expresión pone ante mis ojos a imagen de los dos hombres más representativos de su ministerio: el jefe, del evolucionismo, Antonio José de Almeida, espíritu arrebatado y ardiente como un relám- pago, en la hora de la lucha, pero dotado luego de un inmenso poder de simpatía, de una de esas fuerzas de atracción que obran independientemente de las ideas, porque vienen de lo hondo de la personalidad; y el caudillo radical Alfonso Costa, una inteligencia de diamante y una voluntad de acero.
— Cada una de las colectividades que ellos representan, — agrega —, trae distinto concurso de elementos sociales a la obra común. El evolucionismo ha conquistado la
cohesión de las fracciones desprendidas del antiguo régimen y la simpatía de las masas rurales. El partido radical-democrático recibe, sobre todo, su fuerza de la pequeña burguesía. Es, en realidad, la pequeña burguesía la que hizo nuestra gran revolución. Tenía para elio mayores aptitudes que las altas clases, con sus tendencias naturalmente conservadoras, y que el pueblo, con su deficiente preparación para acoger de inmediato la idea revolucionaria. Queda, dentro de la república, una tercera agrupa- ción, que no ha aceptado participar activamente en mi gobierno. Es el partido unionista. A pesar de su nombre, no ha querido contribuir a realizar la concentración republicana. Y, sin embargo, yo desearía su cooperación. Seria esa la colectividad indicada para servir de núcleo de influencia política a los elementos del comercio y la banca; pero estos gremios, en vista de que el unionismo no ha llegado a ser partido gubernamental ni adquirido positiva eficacia, se inclinan a la izquierda radical-demo- crática, que tiene a su frente un financista, como es Alfonso Costa. Cabe dudar, entretanto, de que a un partido de la índole del radical le venga bien, para sus fines propios, la vinculación con gremios tan propensos de suyo a contener o graduar todo impulso hacia adelante...
Hablamos luego de la participación de Portugal en la guerra. Acababan de regresar de Londres y París dos de los ministros, los señores Alfonso Costa y Augusto Soares, y se atribuía a la misión que venían de desempeñar resultados de trascendencia en lo relativo a aquella participación.
—El actual conflicto europeo, —me dice—, ha puesto a prueba la unidad y firmeza de nuestra conciencia nacional. Siendo yo presidente del ministerio en 1914, cuando el estallido de la guerra, fui al Parlamento a declarar que la nación sería siempre fiel a sus compromisos internacionales, y tuve la satisfacción de ver partir, de las más opuestas fracciones de las Cámaras, muestras de caluroso asentimiento. No hemos descuidado, desde entonces, las actividades que tal decisión nos imponía. La reorganización de nuestro ejército es uno de los esfuerzos de que puede enorgullecerse la república. Ya ha visto usted las manifestaciones de entusiasmo patriótico a que ha dado ocasión la reciente revista militar de Tancos. Según todas las probabilidades, se acerca la hora de nuestra cooperación en tierra europea, como la prestamos ya en las colonias. Esta preparación cuesta a Portugal ingentes sacrificios económicos, a los que seguirán, sin duda, dolorosos sacrificios de sangre; pero el deber es sacrificio, y perseveraremos hasta el fin en nuestro deber de estar al lado de Inglaterra.
Percíbese la entonación de afecto y de respecto con que pronuncia el nombre de esta nación.
—La alianza inglesa, —continúa—, que es la tradición internacional lusitana y que responde a nuestros más vitales intereses, dada nuestra condición de pueblo colo- nizador, ha sido confirmada y robustecida, además, como necesario complemento de la política liberal de la república. Nunca la monarquía favoreció, en la realidad de las cosas, esa alianza. El interés dinástico buscaba la amistad de la corona de Inglaterra; pero en las relaciones propiamente internacionales, de pueblo a pueblo, la inclinación reaccionaria de aquel régimen le hacía temer la influencia del liberalismo inglés y le llevaba, en cambio, al lado de Alemania. Nosotros hemos restablecido en toda su fuerza la alianza natural. Y ha cooperado eficazmente a ese restablecimiento la orientación internacional de la propia Inglaterra en estos últimos años, con el am- plio sentido de solidaridad humana que ha sucedido, en su política exterior, a aquel «magnífico aislamiento» de Chamberlain. La evolución iniciada bajo Eduardo VII, me- diante el acercamiento a Francia, a Rusia, al Japóii, da ahora sus grandes resultados. Ya no sería oportuno hablar, como característica nacional, del «egoísmo inglés». Inglaterra es hoy una potencia humanitaria.
Apunto el tema de las relaciones entre los pueblos ibéricos; de las posibles trascendencias de una política que las estreche y ahonde.
—El programa internacional de la repúblca,— dice a este respecto,— incluye la tendencia a una mayor vinculación con España. Las corrientes liberales que predominan, cada vez más resueltamente en la política española, favorecen en gran manera la realización de ese propósito.
Estos dos pueblos linderos han vivido hasta ahora vueltos de espaldas. Ni se han conocido ni han experimentado interés en conocerse. Acaso en España se sabe menos aún de Portugal que en Portugal de España, y es bien poco lo que de ella sabemos. Así como la solidaridad internacional nos ha unido, sobre todo, a Inglaterra, el comercio de las ideas nos ha vinculado preferentemenet a Francia. Diríase que cuando salíamos de Portugal para viajar por Europa, atravesábamos la parte de territorio español con los ojos cerrados, y los abríamos al dejar atrás los Pirineos. Esta incomunicación debe cesar. Necesitamos y queremos amistad con España; pero la amistad, la estrecha vinculación intelectual y económica a que aspiramos, no debe confundirse con vanos sueños de unidad política. La idea de una confederación peninsular es una quimera. No sólo por lo imposible de su realización, sino también porque importa un contrasentido histórico. España y Portugal tienen destinos diferentes, genio y vocación aparte. Nosotros constituímos una nación esencialmente colonial y marítima. No ocupamos en el continente sino la estrecha faja de tierra necesaria para asentar el pie y para poder llamarnos una nacionalidad europea.
Nuestra tradición, nuestro desenvolvimiento, están en la difusión de nuestro espíritu por la redondez del mundo. La obra de la civilización española es admirable, pero a
diferencia de la nuestra, es ésa una civilización eminentemente continental...
(—¿Y la España de Colón, de Cortés, de Pizarro, de Quesada, de Valdivia?— pensaba yo, interrumpiendo mentalmente.)
Luego agrega:
—Es interesante observar cómo las afinidades internacionales que vincularon siempre a Portugal e Inglaterra trascienden a sus emancipadas colonias americanas: la política exterior del Brasil le acerca más a los Estados Unidos del Norte que a las repúblicas de origen español.
Donde la unidad de los pueblos ibéricos puede perseguirse sin obstáculo es en la esfera de la comunicación espiritual. Yo desearía que se extendiese a las relaciones entre Portugal y España, y entre Portugal y la América española, una idea que, por lo que toca a la América lusitana, tenemos ya en vía de ejecución: los viajes de propaganda intelectual, el intercambio periódico de con- ferencias, a cargo de las más caracterizadas personalidades de cada nación y en las que se tenderá a fomentar el conocimiento recíproco de ambas.
Recae de nuevo la conversación sobre política interna.
¿Fué la república una escisión histórica, un absoluto apartamiento del pasado?
—La obra de la república— declara— no significa la reacción contra las genuinas tradiciones nacionales: significa, por el contrario, una enérgica reposición del verda-
dero sentido de nuestra historia. El nuevo régimen nació de la revolución, pero este impulso violento fué el esfuerzo instintivo de la conciencia nacional contra instituciones que, en realidad, la apartaban de su cauce. Nuestro espíritu histórico es de libertad: fácil es comprobar cómo siempre que la libertad ha amenguado la decadencia nacional ha sobrevenido.
Luego recojo de sus labios esta lección de la experiencia, que sería asunto de provechosa reflexión en nuestras democracias de allende el Atlántico:
— El arte del gobierno consiste en saber valorizar a los partidos y los hombres: consiste en reconocer y hacer efectivo el valor de cada uno de ellos. Mezquina política
será la que tienda a sacrificar, a anular, a esterilizar los partidos que no sean el propio. Toda fuerza de opinión organizada tiene su razón de ser y su función social, y es necesario que se la tome en cuenta. Lejos de propender a reducir lns que existen, cuando se mira de lo alto todas ellas se nos figuran pocas con relación a la complejidad de la obra que ha de realizarse.
Bien me parecen esas nobles palabras para dejar en pie, tal como es, en la representación del lector, la personalidad de este hombre de gobierno. Estrecho su mano con el respeto que fluye tanto más imperioso de los es- píritus que, como el mío, no conocieron nunca la cortesanía ni la lisonja. Ha caído ia tarde. El sol poniente dora, en la plaza de D. Fernando, la frente de bronce de Albur- querque. Me dispongo a admirar de nuevo las grandes cosas de Lisboa: la maravillosa arquitectura de los Jerónimos, los deliciosos jardines de Cintra,., pero quiero antes de enviar a Caras y Caretas mis impresiones de esta conversación, y por su intermedio agradecer al estadista ilustre su cordialísima acogida, que, en nombre de la América nuestra, retribuí con mis votos por el porvenir de la república, la felicidad de su administración y la gloria de su pueblo.

Lisboa, 1916.

                                                                              Bernardino Machado

Bernardino Machado quando professor de Antropologia, acompanhado pelo decano da Faculdade de Filosofia Natural, António dos Santos Viegas, e os alunos do curso de 1896-1897

Do blogue - "Correio da Educação" - clicar aqui - transcrevemos, com a devida vénia,  o seguinte texto:

MACHADO Guimarães, BERNARDINO Luís1 – No ano do Centenário da

República

Rio de Janeiro, Brasil, 28/03/1851 – Porto, 29/04/1944

Filho de António Luís Machado Guimarães, 1.º barão de Joane, e de Praxedes de Sousa Ribeiro Guimarães, Bernardino Machado passou parte da infância e juventude em Lisboa e no Porto, matriculando-se em 1866 na Universidade deCoimbra. Depois de ter cursado Matemática, acabou por se formar em Filosofia(designação que, na altura, incluía a área das Ciências), com teses de licenciatura (1875) e de doutoramento (1876) que, desde logo, o projectaram como um espírito brilhante". Iniciando funções docentes, e apesar da sua intensa actividade política, manteve-se ligado à Universidade de Coimbra até 1907, data em que se demitiu na sequência da "greve académica" e em oposição à ditadura de João Franco. E, na verdade, são estes trinta anos da sua vida que nos interessa aqui assinalar, pois eles marcam o período mais importante da sua intervenção e da sua escrita em torno de assuntos educativos. É certo que Bernardino Machado não deixou nunca de se preocupar com o ensino e a educação, mas, depois desta data, teve de se dedicar prioritariamente a outros temas. Na introdução aos Manifestos Políticos (1927-1940), escreve A. H. de Oliveira Marques: "Bernardino Machado foi uma das personalidades mais marcantes da vida portuguesa durante perto de setenta anos. Membro da famosa geração de 1870, colega, companheiro ou amigo de figuras-chave da intelligentzia nacional, superou-as a todas pela projecção política, demorada e influente, que conseguiu alcançar. Conselheiro e ministro de Estado, deputado, par do Reino, senador, representante diplomático, duas vezes chefe do Governo, duas vezes Presidente da República, grão-mestre da Maçonaria, pode dizer-se que ascendeu a todas as honras e ocupou os lugares de maior responsabilidade que a um cidadão é lícito atingir. Mas esta acumulação de posições políticas tem feito, em geral, esquecer o homem de cultura, o cientista, o pedagogo, o estilista, de menor impacto, sem dúvida, na vida nacional do que o político, mas mesmo assim digno de emparceirar com os grandes nomes da sua geração" (1978, p. 5). É um olhar, necessariamente parcelar, sobre a acção e o pensamento educativo de Bernardino Machado que nos interessa considerar nesta biografia. Para além do trabalho central de Rogério Fernandes (1985), há ainda apontamentos interessantes em Vasco Pulido Valente (1974), Elzira Machado Rosa (1989, 1991, 1996) e Fernando Hernâni Bento (2000), para além dp trabalho de Jorge Ramos do Ó (2000).

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1 «MACHADO Guimarães, BERNARDINO Luís», in António Nóvoa (dir.), Dicionário de Educadores Portugueses, Porto, Edições Asa, 2003, pp. 670-671, com adaptações.

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É a partir destes contributos que deixaremos um registo de Bernardino Machado, dividido em quatro entradas principais.

"Fazer o operário e ao mesmo tempo o homem e o cidadão, tal deve ser a divisa da educação nacional."A primeira fase da intervenção pública de Bernardino Machado, passados os tempos de estudante e os primeiros anos de lente universitário, data de 1882. No ano seguinte, na cidade do Porto, define a sua "fórmula" para resolver os problemas do país passado, do país presente e do país futuro: a instrução. E afirma que urge começar esta obra patriótica o mais cedo possível: "Fazer o operário e ao mesmo tempo o homem e o cidadão, tal deve ser a divisa da educação nacional" (1883, p. 13). Na verdade, como bem explica Vasco Pulido Valente, "poucos homens públicos do século XIX atribuem tanta importância à instrução pública como Bernardino Machado" (1974, p. 115). Ele atribui à instrução a possibilidade de reconstruir uma identidade histórica do país passado, que sirva de elemento de consolidação de uma nação abalada por acontecimentos tão marcantes como o Ultimato de 1890: "Como é que a República francesa se levanta do grande desastre de Sedan? Sangrando ainda, faz todos os sacrifícios para o fortalecimento do ensino. [Em Portugal], já em 1890, para obedecer à opinião excitada, se criou o Ministério da Instrução Pública, como que em desforço ao repto do ultimatum inglês" (1904, pp. 19 e 22). Mas a educação é também a única aposta que pode salvar o país presente: "Saber é poder; por isso são fortes as nações instruídas. A ignorância, eis a causa de todas as misérias: dosembaraços financeiros, da penúria económica, do amolecimento de costumes. [...] Toda a nação doente é ver que é uma nação ignorante; e não existe terapêutica eficaz, que não disfarce apenas a moléstia, que a cure de raiz, nenhuma senão a instrução" (1898, pp. 259-260). Para Bernardino Machado a regeneração é sinónimo de instrução e, por isso, considera que só de um programa de educação nacional pode nascer o país futuro. Em 1897, Bernardino Machado é o primeiro signatário de um importante Manifesto no qual se escreve que "se a extinção do deficit económico representa uma questão de honra perante os credores, a do deficit intelectual representa uma questão de honra perante o mundo civilizado" (cf. Educação Nacional, n.º 50, 12 de Setembro de 1897). Ora, o desígnio que deve mobilizar toda a nação é a superação do deficit intelectual, promovendo a educação e a qualificação dos Portugueses: é esta a única alavanca que nos pode colocar a par das nações civilizadas. Bernardino Machado "representa em todas as suas qualidades e em todos os seus defeitos o tipo do educador liberal, que nele acha a sua mais alta expressão" (Valente, 1974, p. 155). É nesta perspectiva que se situa toda a sua intervenção nas décadas finais do século XIX: no Parlamento, discursando em torno dos assuntos educativos e apresentando propostas de reforma; na vida política, reclamando a criação de um Ministério da Instrução Pública que a sua geração considera essencial para que os assuntos educativos sejam devidamente valorizados; junto do professorado primário, animando os congressos pedagógicos de 1892 e de 1897 e apoiando as reivindicações de umcorpo em vias de profissionalização; no movimento associativo, desenvolvendo uma actividade que o leva a estar na primeira linha da Academia de Estudos Livres, dos primórdios das universidades populares e de inúmeras outras iniciativas; etc. É o próprio Bernardino Machado que assim traça o perfil da sua intervenção: "Observarei que uma causa entre todas me preocupou sempre, quando mesmo me não ocupava: a causa do ensino" (1888, p vi).

Reforma do ensino secundário: "Aprender a dispensar o mestre". No ponto anterior não mencionámos as questões do ensino secundário. Elas necessitam de uma análise mais cuidada, a partir da investigação realizada porJorge Ramos do Ó. Os parágrafos que se seguem são uma adaptação livre das páginas que este autor consagra a Bernardino Machado na sua tese O governo de si mesmo. Nas décadas de 1880 e de 1890, Bernardino Machado faz duras críticas ao "estado da instrução secundária entre nós", título de texto que publica em 1882, no qual assinala a ausência de disciplinas capazes de proporcionar uma especialização profissional, ataca o dogmatismo dos métodos, denuncia a memorização excessiva e a completa ausência de treino moral dos alunos dos liceus portugueses. À semelhança do que intentara Garrett, cerca de sessenta anos antes, todo o seu discurso é dirigido pela vontade de construir um modelo alternativo a um ensino baseado num elenco de disciplinas independentes. O sistema em vigor - e referia-se em concreto às reformas de 1886 e 1888 - tinha, no seu entender, dois males, "graves" e "irreparáveis": por um lado, ofendia "a gradação do trabalho" e sacrificava "o crescimento normal do aluno"; por outro, não conseguia coordenar os estudos. O incontornável de Bernardino Machado era o de que o curso dos liceus se desenrolasse "numa série conjugada, termo a termo, com o desenvolvimento do aluno: eis o que se chama gradação". E de todas as maneiras em que se podia distribuir o trabalho dos educandos, a "única boa seria a de proporcioná-lo à idade". A graduação do curso secundário por anos seria consequentemente um requisito essencial do trabalho escolar. Por esta via, Bernardino Machado chegaria, inevitavelmente, ao conceito de classe. Para ele, a questão central era a da eficaz gestão do colectivo. Havia que encontrar "um ponto" à volta do qual "todos os alunos oscilassem", posto que essa intersecção é que determinaria e precisaria a "intensidade do ensino colectivo" e a "graduação da aula toda". O trabalho do professor deveria passar a ser reconhecido como um trabalho de construção social da unidade, actuando de preferência sobre a vocação do aluno, no quadro de uma acção de governo da classe colectiva. Era aí que, de facto, se poderia romper com a tradição de franca desagregação queentão caracterizava o ensino liceal. Alguns anos mais tarde, Bernardino Machado terá importantes intervenções a propósito da reforma de Jaime Moniz (1894-1895), que cria, de facto, o "liceu moderno". No primeiro comentário que tece sobre a reforma da educação secundária começa por afirmar que se tratava politicamente da "obra reaccionária" de um governo que fazia "da sua fé pedagógica um dogma" e a ninguém consentia "a liberdade de acção". É claro que a questão do ensino clássico versus ensino moderno lhe prendeu a atenção, e o fez descer, também a ele, à discussão das "cotas semanais médias" da instrução científica e literária. Mas essa esteve longe de ser a sua preocupação maior. Indo direito à doutrina da reforma, logo afirma que o legislador havia confundido "instrução com ensino", coroando o professor em vez do aluno. E explicava-se: "o ensino, seja qual for, não tem por fim, como inculcam relatório e regulamento desenvolver o espírito do aluno, mas sim ampará-lo e dirigir-lhe o trabalho pessoal de desenvolvimento". O ponto era o de que o aluno teria de se desenvolver "por si próprio, pelo seu esforço". Foi a partir desta tese nuclear que se veio a desenvolver toda a sua argumentação. Para Bernardino Machado, o processo de ensino corresponderia com efeito a "aprender a dispensar o mestre" (1899, p. 321). A autonomia pessoal, defendida como fim último da escola secundária, corresponderia portanto a um trabalho que incentivasse a iniciativa e a independência próprias de cada idade. A grande pergunta que o republicano Bernardino Machado agora queria recolocar era sem dúvida esta: "sem liberdade, como haverá moral?". Na realidade própria do liceu, a resposta encontrava-se no trabalho. Nestes termos a sua crítica dirigia-se para a ausência da dimensão experimental. Em sua opinião, ficava inteiramente de fora o desenvolvimento das competências que facultavam a possibilidade do trabalhador moderno exercer o seu "império" sobre "a natureza". Não existia nas leis de 1894-1895 uma "instrução prática" digna desse nome. Num ensino que efectivamente se reclamasse moderno, o educando não poderia mais continuar a ser tratado como possuindo uma inteligência que servia apenas para elaborar, assimilar e reproduzir organicamente a lição do mestre: "O novo programa da instrução pública" só se tornaria completo quando deixasse de omitir a "higiene", "os exercícios físicos", os "trabalhos manuais", o "canto" e a "instrução moral e cívica" (1899, pp. 299 e 310).

"Uma Universidade deve ser escola de tudo, mas sobretudo de

liberdade." Como não podia deixar de ser, o ensino universitário também

mereceu a atenção e a crítica de Bernardino Machado. São vários os momentos

em que interveio sobre esta questão, tanto no Parlamento como na Academia.

Duas ocasiões assinalam, simbolicamente, o seu pensamento sobre a Universidade: a Oração de sapiência recitada na sala dos actos grandes da Universidade de Coimbra, no dia 16 de Outubro de 1885; e a Oração inaugural do ano lectivo de 1904-1905, recitada na sala grande dos actos da Universidade de Coimbra, no dia 16 de Outubro de 1904. Separadas por quase vinte anos, estas duas "orações" situam-se no início e no fim da fase principal de intervenção de Bernardino Machado no debate educativo. E, no entanto, é evidente uma mesma linha de preocupação e de análise. Em 1885, começa por assinalar, a propósito da reforma pombalina, "de que só o saber domina, de que só ele governa soberanamente o mundo": "Mas, se a ciência, meus Senhores, é uma religião, são templos as escolas, e aos seus mestres e alunos, mais do que a ninguém, cabe velar cuidadosamente por ela; a todos, e muito principalmente aos que temos a honra de pertencer a um instituto de alto ensino" (1902, p. 75). Mas, pergunta Bernardino Machado, "será missão excessiva para as forças da nossa instrução superior?" E adverte: "o saber não se improvisa; para o alcançar faz-se necessário trabalhar arduamente, sofrer" (1902, p. 75). Bernardino Machado adere a duas ideias principais: por um lado, a vontade de ligar a produção e o ensino do saber, aproximando-se assim do modelo humboldtiano de Universidade; por outro lado, a necessidade de não administrar apenas o ensino e de exercer uma "tutela sobre os moços". Estes princípios voltam a estar presentes na oração de 1904. Mas, desta vez, a crítica é muito mas contundente e o seu discurso sobre A Universidade e a Nação será um dos textos mais citados ao longo do século XX. As primeiras palavras dão o mote: "A tristeza que sinto, quando penso no nosso ensino!" (1904, p. 3). E, depois, parte Bernardino Machado para uma crítica ao ensino, em geral, e ao ensino universitário, em particular. Ele acredita, como ninguém, na força da escola - "Desde a escola se fazem monarquias ou repúblicas, erguem-se ou aluem-se impérios" (1904, p. 5) - e, por isso, acredita que só a "educação liberal" poderá transformar este "apoucado Portugal de hoje no grande Portugal de amanhã, digno herdeiro e continuador do heróico Portugal de outrora" (1904, p. 5). Bernardino Machado diz que "uma Universidade deve ser escola de tudo, mas sobretudo de liberdade" (1904, p. 5). E parte desta ideia para dar uma lição sobre as questões da liberdade e da disciplina, argumentando teses que já havia defendido para o ensino secundário: "Como todo o bom governo, o bom professor disciplina, mas não paralisa as vontades, não escraviza, emancipa" (1904, p. 6). Defendendo que a Universidade deve ser "um laboratório, uma oficina-modelo" (1904, p. 8), traça um diagnóstico crítico da situação existente e bate-se por um conhecimento efectivo, concreto e positivo da nossa realidade: "E quanto nos falta o conhecimento do que é nosso, desde o solo até às almas!" (1904, p. 8). A Universidade sonhada por Bernardino Machado teria uma ampla autonomia, baseando-se em práticas associativas e no "amor à ciência", numa ligação à arte e à indústria e na defesa das liberdades.

"A parte da política que trata do governo dos estudos é a pedagogia." Na sua obra, Bernardino Machado desenvolve uma reflexão pedagógica que, de algum modo, procura trazer para Portugal análises e estudos que vinham sendo feitos no estrangeiro. Em 1900, no seu Curso de Pedagogia dirá: "Se todo o ensino é necessário e importante, não pode deixar de o ser também o do próprio ensino. As nações estrangeiras há muito que prestam todo o cuidado a este ensino, que é parte da pedagogia, a qual, como dissemos, se ocupa da educação e do ensino" (1900, p. 7). Na sequência desta afirmação, revela um bom conhecimento dos estudos pedagógicos no estrangeiro, desde as cátedras de "ciência da educação" em Paris (Marion, Buisson, etc.) até aos trabalhos ingleses de Bain e Spencer, passando por referências aos Estados Unidos da América, a Espanha e a vários outros países. Em 1892, Bernardino Machado preside à delegação portuguesa ao Congresso Pedagógico Hispano-Português-Americano de Madrid, apresentando uma tese intitulada Introdução à Pedagogia. Neste trabalho, explicita o seu pensamento sobre as questões da liberdade e da disciplina, anunciando as teses que viriam a dominar a pedagogia no início do século XX: "Há infelizmente mestres cujo ideal é ter os discípulos submissos, quietinhos, calados, sem nunca se rirem.Imaginem que suplício para a gente moça, ávida de discussão, de movimento. O que vale é que este regímen não dá as mais das vezes pior resultado do que a tortura dos que o empregam. O movimento descongestiona o cérebro, pacifica os sentidos e a imaginação, e, auxiliando o crescimento, prepara uma virilidade sadia e prestante" (1892, p. 20). Discutindo as questões da autonomia e da liberdade, do trabalho e do esforço, da inteligência e da sensibilidade, Bernardino Machado tem uma passagem que faz lembrar a célebre história da escola e do diabo contada por Ferrière no seu prólogo à obra-símbolo da Educação Nova, Transformemos a escola, publicada depois da I Grande Guerra. Tal como Ferrière, 25 anos mais tarde, também Bernardino Machado sugere: "Levem as crianças ao campo, deixem-nas correr, saltar, trepar às árvores, deixem-nas encher-se de ar puro e de impressões novas, deixem-nas ver e falar, pensar; e elas mesmas virão com igual animação procurar o professor para que lhes explique o que viram e lhes resolva as suas questões. Não as façam acrobatas, mas tão pouco as tornem inertes. Há uma petulância juvenil, que se não deve reprimir, porque significa força de vida" (1892, p. 20). Este Congresso é muito importante, pois Bernardino Machado conseguiu reunir à sua volta uma delegação na qual estavam presentes os vultos essenciais da pedagogia portuguesa da época, bem como um conjunto de professores que apresentaram comunicações muito interessantes. No total, estamos perante um acervo de 118 comunicações, em grande parte publicadas (e a maioria das restantes acessíveis em arquivos), apresentadas por mais de cem autores (entre os quais, onze mulheres, o que, para a época, tinha algumsignificado), que constitui uma excelente mostra da pedagogia portuguesa do final do século XIX (1898, pp. 273-294). Estes trabalhos serão aproveitados porBernardino Machado em diversas ocasiões, nomeadamente para o seu Curso de Pedagogia na Universidade de Coimbra, em 1900. A intenção deste Curso é replicar o que vinha sendo feito em muitas Universidades europeias e americanas, com "cursos livres" de Pedagogia ou cátedras de Ciência da Educação. Ferreira Deusdado tinha orientado uma destas iniciativas no Curso Superior de Letras, a partir de 1889, mas foi efémera a sua duração (cf. Deus dado, 1909, pp. 494-497).

Bernardino Machado retomava a ideia em Coimbra, dando algumas lições que

publicou nesse mesmo ano de 1900. Começa por explicar que "todos falam de

ensino, vários o professam, mas poucos sabem o que é", afirmando que tal não o admira, "porque entre nós ensinam-se já muitas coisas, mas ainda mal se ensina a ensinar" (1900, p. 3). "A parte da política que trata do governo dos estudos, é a pedagogia", acrescenta antes de defender uma formação especializada, pedindo que "não se exagere o princípio de que se aprende, ensinando!" (1900, p. 9).

Retomando alguns dos aspectos centrais do discurso pedagógico em voga no

estrangeiro, insiste em dois pontos: por um lado, que "não basta ser físico ou

geólogo para ensinar", chamando assim a atenção para um saber e um ethos

próprio da profissão docente; por outro lado, que "o ensino é parte da política, e não se pode ser conjuntamente mau cidadão e bom professor" (1900, p. 11). São estas duas dimensões - a dimensão especializada de um saber pedagógico construído com base em categorias das novas ciências psicológicas e a dimensão de uma intervenção pedagógica que deve estruturar-se numa forte ideia moral de cidadania - que suscitam o interesse de Bernardino Machado. Quem percorrer as páginas do famoso Dictionnaire de Pédagogie et d'Instruction Primaire, dirigido por Ferdinand Buisson (a primeira edição, em quatro tomos, iniciou-se em 1882; a segunda, num único volume, data de 1911), percebe facilmente as semelhanças no modo de abordar os assuntos pedagógicos. Estamos perante a emergência de um novo "corpo de saberes", a pedagogia, que procurará a sua especificidade como uma teoria prática, para recordarmos as palavras de Émile Durkheim na edição de 1911 do Dictionnaire.

Esta biografia de Bernardino Machado deixa de fora muitos aspectos da sua vida e da sua obra. Atente-se, por exemplo, nos aspectos relacionados com a educação da mulher, bem estudados por Elzira Machado Rosa (1996), ou nas temáticas do ensino profissional, sobre as quais escreveu Rogério Fernandes um importante capítulo (1985, pp. 75-116), ou ainda a sua actividade mais directamente política durante a República e na luta contra o regime nacionalista. Mas as páginas anteriores permitem assinalar a importância deste homem na viragem do século XIX para o século XX e na consolidação de um credo sobre a importância da educação e do ensino no passado-presente-futuro do país: "Em tudo, eu identifico, no meu pensamento e no meu coração, a imagem da escola com a imagem da pátria, em tudo, nas minhas tristezas pelos seus reveses e decadência, como na minha inextinguível confiança no seu ressurgimento" (1904, p. 19).

Bibliografia

O estado da instrução secundária entre nós, Coimbra, 1882.

Alocução e discurso proferidos na cidade do Porto no dia 9 de Julho de 1883, Coimbra, 1883.

Necessidade de um Ministério da Instrução Pública: discurso proferido na Câmara dos senhores deputados na sessão de 15 de Março de 1886, Lisboa, 1886.

Afirmações públicas (1882-1886), Coimbra, 1888.

Instrução Pública: discurso parlamentar proferido a 16 de Julho de 1890, Lisboa, 1890.

A conservação do Ministério da Instrução: discurso parlamentar, Lisboa, 1892.

Introdução à pedagogia, Lisboa, 1892.

A crise política e financeira e o ensino, Lisboa, 1893.

Afirmações públicas (1888-1893), Coimbra, 1896.

A socialização do ensino, Coimbra, 1897.

Notas de um pai, Coimbra, 1901. O ensino, Coimbra, 1898.

O ensino primário e secundário, Coimbra, 1899.

A educação (Notas de um pai), Coimbra, 1899.

O ensino profissional, Coimbra, 1900.

Curso de pedagogia, Coimbra, 1900.

Notas de um pai (As crianças), Coimbra, 1901.

Homenagens, Coimbra, 1902.

Conferências políticas, Coimbra, 1904.

A Universidade e a Nação: oração inaugural do ano lectivo de 1904-1905, Coimbra, 1904. As crianças (Notas de um pai), Coimbra, 1904.

A Universidade de Coimbra, Lisboa, 1905.

A academia de Coimbra, Coimbra, 1906.

Contribuições para o ensino da História nos liceus, Lisboa, 1917.

Carta aos estudantes republicanos da Faculdade de Direito de Lisboa, Bayonne, texto policopiado, 1930.

Manifestos Políticos (1927-1940) (coord. de A. H. Oliveira Marques), Lisboa, 1978.

Boletim da Escola Livre.

Educação Nacional.

A Educação Popular.

O Ensino.

A Escola.

O Instituto. Revista de Educação e Ensino.

Revista Pedagógica.

 

 

A medalha do Centenário da Implantação da República

 do Mestre João Cutileiro

Só ontem tive conhecimento da medalha! Uma boa oferta recebida no agradável e inesquecível dia passado em  casa da Margarida e do João, que juntaram amigos já saudosos! Bem hajam!

Margarida Lagarto e João Cutileiro

Publicação das "OBRAS" de Bernardino Machado pelo

MUSEU BERNARDINO MACHADO - Vila Nova de Famalicão 

Lançamento do segundo tomo da Obra Política

                  Bernardino Machado

Conforme estava programado realizou-se ontem, dia 21 de Abril, o lançamento do sexto tomo das "Obras" de Bernardino Machado, o II Política.
A notícia do evento foi prontamente dada, como sempre, no blogue do Dr. Amadeu Gonçalves - dopresente - clicar aqui , a quem envio um apertado abraço de gratidão.

Dr. Paulo Cunha - Vereador da Cultura e Vice-Presidente  da Autarquia de Famalicão, e Professor Doutor Norberto Cunha -  Coordenador Científico do Museu Bernardino Machado