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de 30.04.2011, o seguinte texto:
NO PASAMENTO DE BERNARDINO MACHADO
RSP que o coñeceu e tratou, ao ter noticia do seu pasamento, escribe este obituario dende Santiago de Chile...
30 de abril de 1944
EL DOCTOR BERNARDINO MACHADO, PRESIDENTE DE PORTUGAL
Por Ramón Suárez Picallo
En un telegrama de cuatro líneas justas, leemos la noticia en un colega de la tarde. Dice así; “Lisboa 29, en la mañana de hoy falleció en la ciudad de Oporto, el ex Presidente de Portugal, Doctor don Bernardino Machado”.
La noticia nos ha conmovido y estremecido, porque hemos tenido el honor de conocer personalmente, y disfrutar de la ilustre amistad del gran Patriarca de la malograda Democracia lusitana. Lo conocimos en A Coruña, siendo deportado político junto con Alfonso Costa, Cunha Leal y el doctor Sardinha. Más tarde, ya producida la guerra española, volvimos a verlo en Madrid, en el café “Gran Vía”, y luego, después en Barcelona, siempre en la misma postura de gallardía política y espiritual.
A la sazón, había cumplido ya el doctor Machado, los 80 años de edad, y estaba muy orgulloso, porque dos jóvenes nietos suyos, habían sido condecorados con la “Medalla del Valor” por el gobierno republicano español, en mérito de grandes hazañas llevadas a cabo como pilotos aviadores de la República.
La proclamación de la República Española, había traído a las ciudades de Madrid, Barcelona, Vigo y A Coruña, a un selecto grupo de demócratas portugueses, exiliados de su país al implantarse en él, la dictadura vaticanista de Carmona–Oliveira Salazar, y que residían antes en París. El Gobierno republicano los acogió y protegió, y puso en práctica, con ellos un viejo tratado secreto de tiempos de la monarquía, concediéndoles directamente un pequeño subsidio, del que disfrutara antes el líder monárquico portugués, capitán Paiva Cruceiro, después de su fallida revuelta para restaurar la monarquía portuguesa, derribada en 1910.
Durante el “bienio negro” de Lerroux-Gil Robles, fue denunciada, desde Lisboa y Madrid simultáneamente, esta “protección de las Izquierdas españolas” a los “revolucionarios portugueses”, y se le presentó como ayuda a un movimiento “subversivo”, en Portugal, para derrocar el régimen de Carmona y de Oliveira. Y de allí arranca en buena parte, la ayuda incondicional portuguesa prestada después a la insurrección contra la República Española, que el doctor Machado había calificado de suicida para el porvenir de la Independencia portuguesa.
En el grupo de portugueses exiliados, había hombres de todas las tendencias, desde la extrema izquierda anarco–sindicalista, hasta republicanos más moderados, encabezados por el doctor Bernardino Machado, cuya autoridad moral acataban todos. Porque el doctor Machado era un “santo laico”, más allá del bien y del mal, con una vida ejemplar y una conducta política rectilínea. Jurista eminente, escritor y poeta, pertenecía a la gran generación de liberales y republicanos ibéricos, que ilustrarán Pi y Margall, Guerra Junqueiro, Salmerón, Giner de los Ríos, Teófilo Braga y Alfonso Costa, durante la última mitad del siglo pasado y las primeras décadas del presente.
Terminada la guerra de España, el doctor Machado y sus compatriotas, se refugiaron otra vez en Francia, hasta su invasión por los nazis. Fue entonces que Oliveira Salazar -el más hábil de los dictadores europeos- tuvo con sus adversarios un gesto generoso y altamente político: invitó a todos los exiliados a retornar a Portugal, concediéndoles una tácita amnistía.
Volvieron muchos, y entre ellos el anciano Patriarca, doctor Machado, que se retiró a su finca de Oporto para dar remate a una “Historia de Lusitania”, sin intervenir más en política. Oliveira Salazar trató varias veces de conquistarlo después de su regreso. Lo visitó y propuso para él especiales honores, que don Bernardino rechazó, invariablemente, con estas frases: “Déjeme morir en paz, sin torcer la historia de mi vida”.
Con la muerte del doctor Bernardino Machado, desaparece quizá, el más viejo liberal y demócrata europeo, de la misma estirpe de Massaryk, a quien admiraba devotamente; el último de aquella insigne generación de filósofos, poetas, profesores y humanistas, de los cuales sólo queda en el mundo, un gran fracaso político, compensado con el recuerdo de sus vidas ejemplares y sus grandes gestos morales.
Portugués del norte, impregnado de alada saudade, poeta devoto de su paisaje nativo, tuvo la dicha de morir en su seno en un día primaveral, cuando todas las tonalidades y todos los matices del verde, cubren los campos de la prócer y bienamada Lusitania, y cuando todo es en ellos una oración panteísta. Al cerrarse la tumba que guarda sus despojos, se cierra también un capítulo de la mejor Historia del Portugal de los últimos tiempos. Para recibir su alma, en el reino de la Inmortalidad, Guerra Junqueiro está componiendo otra gran oración a la luz, en su habitual tono mayor y en la lengua de Luis de Castro Camoens.
(Artigo publicado no xornal La Hora, en Santiago de Childe o día 30 de abril de ... 1944)
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